domingo, 21 de octubre de 2012

Hoy, el Evangelio del Domingo tiene un mensaje esclarecedor... ¡descúbrelo!

Evangelio según San Marcos 10,35-45.  
 
 
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".
Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".
"Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 




Comentario de José María Vegas, cmf. 
No será así entre vosotros. 

En estos domingos pasados hemos visto cómo los propios discípulos de Jesús expresan su extrañeza, incluso su oposición, al modo en que Jesús entiende y propone las relaciones conyugales, y la relación con la riqueza. En este domingo sucede algo similar con la cuestión del poder. La sexualidad, la posesión material y el poder social marcan tres direcciones fundamentales del espíritu humano y son, además, expresión del carácter menesteroso, de las necesidades básicas del hombre; pero también pueden ser el lugar en el que el ser humano se entrega con generosidad, lo que quiere decir, con renuncia. Jesús con su palabra y con el ejemplo de su vida quiere enseñarnos a hacer de esas dimensiones lugares de aparición del Reino de Dios. También en el ámbito de las relaciones conyugales, en el trato con los bienes económicos y en el de la autoridad social debe realizarse la segunda petición del Padrenuestro: “venga a nosotros tu Reino”.
Hoy tenemos que centrarnos en la realidad del poder y la autoridad. Y la cuestión es “servir” o “servirse”. La diferencia en la conjugación es mínima, una pequeña partícula reflexiva, pero ese mínimo matiz es capaz de cambiar el sentido entero de una vida.
En realidad, la tensión entre servir y servirse es inevitable en todos los ámbitos de la vida: en la familia, en el trabajo, en la sociedad y en la política, también, claro, en la religión y en la iglesia. Aunque tensión no significa necesariamente contradicción. Si estamos tan inclinados a servirnos es porque, como hemos dicho, somos menesterosos y tenemos muchas necesidades. Hasta en el amor, del que los griegos (hablando de Eros) decían que era hijo de “Poros” (abundancia) y “Penía” (pobreza), necesitamos recibir además de dar. Esto significa que la tensión se puede resolver solamente mediante el equilibrio de las dos dimensiones. Sin embargo, en cada ámbito de vida y actividad humana ese equilibrio se realiza de un modo parcialmente diverso. Pongamos como ejemplos la política y la religión (expresamente, la cristiana). Aunque concibamos la política como una actividad al servicio del bien común (una forma superior de ética, consideraban de nuevo los griegos), lo cierto es que un político que carezca de ambición está condenado al fracaso. En la política la voluntad de servir, imprescindible para que esa actividad no degenere en mero oficio de truhanes, tiene que ir acompañada de una cierta sed de poder. Sin ella, no podrá el político abrirse camino en ese mundo ni, por tanto, llegar a servir a la sociedad. Aquí, el equilibrio de las dos dimensiones es imprescindible para evitar tanto la corrupción como la ineficacia.
¿Puede decirse que sucede lo mismo en el campo de la experiencia religiosa o, más exactamente, cristiana? Creo que no, por un pequeño pero fundamental detalle. A diferencia de la política y otras ocupaciones, fruto de elección personal, en la vida de fe es Dios quien toma la iniciativa, es Cristo el que nos llama y elige: “No me habéis elegido vosotros, sino que yo os he elegido” (Jn 15, 16); “llamó a los que quiso” (Mc 3, 13). Y es esa misma llamada la que marca el sentido de la elección, que, evidentemente, no está en la línea del “servirse”, sino de la de servir.
Si esto es así, ¿cómo entender, entonces, la petición de los hermanos, hijos del Zebedeo? Ya hemos ido viendo cómo los discípulos de Jesús, incluso los más cercanos, entendieron el sentido de su mesianismo sólo de manera progresiva. Es natural que al principio, al reconocer en Jesús de Nazaret al Mesías prometido, le aplicaran los esquemas de compresión comunes a su tiempo: un mesianismo político que libraría a Israel de la opresión romana y restauraría el antiguo esplendor de la monarquía davídica. Es fácil comprender, que una interpretación político-religiosa de la figura de Jesús podía muy bien suscitar expectativas ligadas a cargos, prebendas y privilegios. Pero, más allá de las circunstancias históricas de entonces, que requirieron la paciente pedagogía de Jesús sobre el sentido de su mesianismo, es claro que la tentación del poder (del servirse) asoma en cualquier situación y en cualquier época. También hoy puede suceder y puede sucedernos. En la Iglesia y en cualquier vocación cristiana podemos sentir la tentación de servirnos de nuestra posición en beneficio propio. Como en el caso de los hijos de Zebedeo, no está dicho que nuestras motivaciones sean desde el principio totalmente puras y claras. El sacerdote puede ambicionar un cargo eclesiástico (ser párroco, o monseñor, u obispo…), el religioso puede desear con vehemencia que le nombren superior, el laico de la parroquia puede aspirar a ocupar un cargo de responsabilidad, o simplemente buscar reconocimiento público. Cuántas personas se mueven alrededor de grupos o estructuras cristianas buscando cosas distintas del seguimiento de Cristo y la entrega a los demás: buscan amigos, o ayuda material, o alguna forma de promoción, o incluso la oportunidad de viajar al extranjero…
El caso es que lo que nos narra el evangelio de hoy nos dice que no debemos ser en exceso puritanos, ni llevarnos las manos a la cabeza. Jesús no llama a puros, sino a pecadores, precisamente nos llama a nosotros. Y Él sabe que nuestras motivaciones no son siempre absolutamente impolutas. Justamente el hecho de ser Él el que nos llama nos debe dar confianza: él es un Mesías (un sumo sacerdote) capaz de compadecerse de nuestras debilidades, pues ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado; él es un Maestro que nos va enseñando con paciencia a través de las circunstancias de la vida. Las ambiciones de los dos hermanos, que suscitan la ira de los demás (posiblemente, por el simple hecho de que también ellos tenían aspiraciones similares), le dan pie a Jesús para enseñarles y hacerles avanzar en la compresión del verdadero sentido de su mesianismo y, en consecuencia, del discipulado. Y lo mismo hace hoy con nosotros y con nuestras motivaciones ambiguas. Lo importante es estar abiertos a la enseñanza viva de Jesús, atentos a sus palabras y en actitud de seguimiento. Porque esa es la cuestión: estamos en camino. No seremos perfectos, pero estamos abiertos y en movimiento. Y entonces Jesús no nos reprocha por nuestros defectos y nuestras ambiciones, sino que nos enseña, y nos ayuda a comprender y a crecer.
La respuesta a Santiago y a Juan a la pregunta de Cristo es altamente significativa: la disposición a aceptar el bautismo y el cáliz de la eucaristía. Es claro que no se trata sólo de los ritos sacramentales, sino de lo que ellos significan: la participación real, existencial, en la Pasión de Cristo. Estamos bautizados, pero el bautismo es el comienzo de un camino, en el que somos alimentados por la Eucaristía, que somos llamados a repetir (al menos) semanalmente precisamente porque estamos llamados a progresar en el conocimiento, la compresión y la participación viva en el misterio insondable de Cristo. Si estamos dispuestos, aun cuando, como en el caso de los dos hermanos en su respuesta, no sepamos hasta el final lo que esto significa, entonces nuestras motivaciones se irán purificando progresivamente, y se nos dará sin duda el lugar que nos corresponde en la Iglesia y en el Reino de Dios, para servir en ella a Dios y a Cristo en los hermanos. Aquí rige una lógica nueva y distinta: no es la lógica del poder, sino la de la entrega. Es una grandeza de otro tipo, que no consiste en el boato externo y en los privilegios que comporta, sino en la libertad interior y en la dignidad del servicio.
No es fácil aceptar el camino de la Cruz, pero este es el único camino de seguimiento de Cristo. Y tampoco es tan difícil emprenderlo y encaminarse por él, si nos vamos ejercitando paso a paso en el servicio cotidiano, en la atención a las pequeñas necesidades de los que nos rodean. Así, en el día a día iremos realizando (haciendo real) lo que significa nuestro bautismo, bebiendo del cáliz eucarístico, haciendo nuestra no sólo la doctrina, sino también la vida de Aquel que ha venido no para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por todos

domingo, 30 de septiembre de 2012

Evangelio del 30 de septiembre de 2012 y comentario de José Antonio Pagola.


Cerramos este mes de septiembre con el Evangelio del Día. Desde la OFS de Arjona os deseamos lo mejor en este nuevo mes que estamos a punto de comenzar. 


Evangelio según San Marcos 9,38-43.45.47-48. 


Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". 
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. 
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. 
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. 
Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. 
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. 
Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. 
Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. 


Comentario de José Antonio Pagola.

NADIE TIENE LA EXCLUSIVA DE JESÚS

La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de los nuestros" .
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidáis" . El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro" .
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.



domingo, 23 de septiembre de 2012

Evangelio de hoy domingo 23 de septiembre de 2012.

Queridos amigos y hermanos: 
Todos los domingos vamos a ofreceros el Evangelio que se lea en la Santa Misa y, además, el comentario del mismo realizado por el sacerdote José Antonio Pagola. Un abrazo a todos, Paz y Bien. 



Evangelio según San Marcos 9,30-37.

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará".
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?".
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado". 

Comentario de José Antonio Pagola. 
¿Por qué lo olvidamos? 
Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que "no le entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
 
         Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?". Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
         Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
         La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar.
         Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
         Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
         Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto?

jueves, 20 de septiembre de 2012

Jesús te llama, bit a bit.

Queridos hermanos: Paz y Bien.

Hoy es un día importante para la Orden Franciscana Seglar de Arjona. Muchos de vosotros nos conocéis como 'Francescos', algunos habéis pasado por nuestras reuniones y oraciones, otros, la mayoría, habéis oido hablar de nosotros pero hoy nos presentamos en la red de redes, con la ilusión de compartir con muchos hermanos, y también contigo, el carisma franciscano más allá de las iglesias y los monasterios, a un solo golpe de click.

Todavía no sabemos muy bien cuales serán los contenidos que albergue esta web, tampoco la frecuencia con la que podrás disfrutarlos, pero lo que sí tenemos claro es que a través de la pantalla por la ahora mismo lees estas líneas Jesús está presente en pleno siglo XXI y te llama con fuerza y con cariño, bit a bit. Si Francisco y Clara supiero descubrir aquella fe en Cristo manchada por las pasiones y las corruptela de los hombres de su tiempo y limpiarla y darla a conocer desde la pobreza y la humildad; estamos convencidos que nosotros, hijos del mismo Padre, podremos acercarnos, aunque sea mínimamente, a aquella aventura que tuvo como protagonistas a dos jóvenes italianos, Francisco y Clara, Clara y Francisco, hoy grandes santos universales.

Y esto es todo, por ahora, gracias por compartir con nosotros este rato de lectura, este arranque que comienza con este pequeño artículo y que tomará velocidad de crucero gracias a los textos de los hermanos de la Orden Franciscana Seglar de Arjona, abierta hoy más que nunca, de par en par, al mundo. Para cualquier cosa, ya sabéis donde podéis econtrarnos.

Luis Javier Orozco Godino, OFS.